Los ojos brillan, las piernas tiemblan, las mariposas en el estómago aumentan, la piel se eriza, las mejillas rojas. Todo el mundo sabe cómo identificar los síntomas de un enamoramiento. La relación se va desarrollando, las caricias y besos se intensifican, hasta culminar en la cama. Pero uno de los puntos más importantes de cualquier relación de dos, el sexo, no siempre funciona como muchas personas quieren. Muchas parejas experimentan esta incompatibilidad.
Muchas parejas llegan a cero sexo, perdiendo intimidad, expresión corporal como el tacto y el erotismo. Creo que el sexo empieza fuera de la cama y necesita tener juegos de admiración, complicidad y seducción para entrar en calor. Entiendo que el sexo se construye, se desarrolla y se perfecciona en una relación íntima, y actualmente hay tantos recursos... Pero me preguntaba cuando realmente tal química no existe.
El riesgo es no vivir una parte importante que es la sexualidad misma. Otro riesgo es mirar fuera del matrimonio. Una vida sexual sana y placentera no se puede comprar en los supermercados. Se construye. No se encuentra en las esquinas. Si trabajas. Pero este trabajo se tiene que hacer en equipo y cuando hay ganas de ambas partes. El sexo es un intercambio, es transmitir algo que estás sintiendo, como el deseo por alguien. Sin deseo no funciona. Ser una buena pareja sexual implica entender que no estás ahí para actuar, que lo que estás viviendo es placentero para ambos. El sexo no es pretender adoptar técnicas mecánicamente, sino sentirlas como parte de la explosión de lo que estás sintiendo.
Las consecuencias de la falta de sexo.
El sexo no lo es todo, pero es un pilar imprescindible. Cuando se pierde lo esencial, toda la estructura del matrimonio se verá sacudida. Muchas parejas se sienten insatisfechas con el vínculo que han construido cuando las relaciones sexuales se vuelven menos frecuentes. Porque perdieron una de las relaciones más íntimas que ofrece el matrimonio. Aunque pasar un tiempo sin relaciones sexuales es normal en las relaciones, no tienes la obligación de permanecer en un matrimonio que no te hace feliz. Pide el divorcio si los problemas van más allá de la falta de sexo (críticas, desprecio, falta de confianza, etc.) y uno o ambos no quieren intentar mejorar la relación. Si ambos quieren intentarlo, tómate un tiempo para estar juntos y probar cosas nuevas, comunicarte y explorar la intimidad. También puedes acudir a terapia de pareja.
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